El secreto de una vida abundante. Parte 1.

En la Santa Biblia hay muchas promesas de prosperidad y vida abundante, las cuales se harán realidad para todos aquellos que obedezcan y sean fieles a Dios.

Una de estas promesas está en Malaquías 3:10 que dice: Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.

Efectivamente, una de las principales condiciones para ser próspero en todo, es ser diezmista.

Diezmo es apartar y entregar a la iglesia, la décima parte de todos los ingresos que percibe una persona.

Muchos dirán que Dios no necesita de diezmos, ni ofrendas, pero no toman en cuenta que en este mundo todo cuesta, hay que pagara un precio para todo.

Las iglesias utilizan el diezmo y las ofrendas para hacer la obra Dios.

Como llevar la palabra de Dios a todas las personas sufridas, sin tener que pagar arriendos, servicios públicos, volantes, programas de televisión y de radio, etc.

Hacer la obra de Dios es muy costosa, por esta razón es de suma importancia los diezmos y ofrendas, razón por la cual Dios bendice y prospera a los fieles diezmistas y ofrendantes.

En Malaquías 3:8-9 dice  ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.

En estos dos versículos, Dios confirma que quienes no son diezmistas y ofrendantes lo están robando y a la vez los maldice.

Muchos dirán que hay ricos que no son diezmistas y ofrendantes, pero si analizan, son personas que solamente tienen dinero, pero no tienen paz, no tienen una familia bendecida, no tienen salud, no tienen nada más que cosas materiales.

Cuantas personas famosas, se han suicidado?

Por qué se suicidaron si tenían mucho dinero?

La respuesta es simple, porque estaban vacíos, les hacia falta tener el Espíritu Santo, pues el dinero y la fama no compra el amor, ni la paz, ni la salud, ni una familia, ni mucho menos la salvación de Dios.

El dinero solo puede comprar cosas materiales.

Esta es la gran diferencia entre los fieles diezmistas y los que no lo son.

Quienes somos fieles diezmistas, ofrendantes y obedientes a la palabra de Dios, gozamos de paz y tranquilidad, y una vida abundante en todas las áreas de nuestras vidas, como lo es la salud, la economía, una familia unida y bendecida, y sobre todo tenemos derecho a la salvación que Dios nos ofrece junto a Él.

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