El objetivo de la obra de Dios es salvar almas, no es la sanación de enfermedades, ni mejorar la economía, ni restaurar matrimonios…
Por esta razón, el inicio de la transformación de vida comienza con la aceptación del Señor Jesús como único y suficiente Señor y salvador.
En Romanos 10:9 dice que, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo”.
Dios utiliza los milagros y las transformaciones de vida para mostrar su poder, evidenciar el verdadero camino de la salvación, y sobre todo, dar a conocer a todos que Él es un Dios vivo, con el mismo poder que tuvo en el pasado.
Los que obtenemos la transformación de vida somos testigos de Dios aquí en la tierra, para que todos vean reflejado en nuestras vidas su gran poder y creamos en su salvación.
En este mundo muchos hablan de Dios, y utilizan su palabra para dar una interpretación errónea, engañando a las personas y llevándolas a una vida de perdición.
Es por lo anterior que Dios muestra su poder en la vida de sus escogidos y les da poder sobre el mal, para que vean en ellos el verdadero camino hacia Él.
Lo anterior lo podemos confirmar en Marcos 16: 17-18dice: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”.
Quien supuestamente predica su palabra, pero en su vida no se refleja el poder Dios, ni tienen dominio sobre los demonios, es un falso profeta y deben huir de él.
El falso profeta puede hablar muy bonito, ser muy convincente, utilizar la palabra de Dios, pero algo que no puede hacer el falso profeta es mostrar una vida bendecida en todo aspecto que refleje la presencia de Dios, ni tiene el don de sanación, ni mucho menos puede expulsar demonios.
Un verdadero profeta de Dios no engaña, ni miente, no utiliza malas palabras, es humilde, es tolerante, no es agresivo, no tiene problemas de salud, ni problemas económicos, tiene una familia unida, es muy respetuoso con los demás y sobre todo aplica en su vida todas las enseñanzas de Dios.
Un verdadero profeta de Dios tiene el respaldo del Espíritu Santo, quien le permite tener el don de la sanación, hablar en lenguas de los ángeles y le da el poder de expulsar demonios.