No debemos tomar venganza por mano propia, pues la venganza es de Dios.
En Romanos 12:19 dice: No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.
También en Levítico 19:18 dice: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
Como vemos en los versículos anteriores, Dios nos enseña que Él es el único encargado de ejercer venganza; no nos corresponde a nosotros tomar venganza sobre nuestros enemigos o sobre los que nos han hecho mal.
Con Dios, no somos justificados para ejercer la violencia o la venganza.
Y Dios va más allá, al enseñarnos que sin importar el mal que nos hagan debemos amar a nuestro prójimo. Es así como en Mateo 5:38-39 dice: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra;
Esto lo ratifica en Lucas 6:27-28 donde dice: Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.
Dios nos enseña a perdonar a nuestro prójimo, sin importar lo que nos hayan hecho.
Constantemente estamos pidiéndole a Dios que perdone nuestros pecados, pero
Como podemos pedirle a Dios que perdone nuestros pecados, si nosotros mismos somos incapaces de perdonar a quien nos ha ofendido?
El orden de las cosas es que primero debemos perdonar a nuestro prójimo y luego, ahí si, Dios nos perdona.
En Gálatas 6:7 dice: No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.
En esta vida todo lo que sembramos será lo que cosechemos, si sembramos odio, violencia y venganza, eso mismo recibiremos, pero en cambio, si sembramos amor, perdón y paz, eso es lo que obtendremos.
Dios todo lo ve y todo lo sabe, es por eso que debemos siempre actuar de forma correcta, sin lastimar a nadie, porque Dios, tarde o temprano nos dará nuestro merecido premio; bendecirá nuestras buenas acciones y sobre todo, castigará las malas.